En la vida tenemos que tomar muchas decisiones. En este caso hacer alguna que otra reseña para nuestra sección «el bluff» que, si sois asiduos de este tugurio, sabréis que en ella solemos poner lo peor de lo peor. Este es el caso de The Town with No Name, un especie de película interactiva en la que uno no sabe muy bien si reír o llorar.
Antes de ponernos en faena, ¿qué es una película interactiva? Es un género que comenzó a ser habitual en las recreativas a principios de los 80, pero por sus altos costes no fue popular en nuestros hogares hasta principios de los 90, es decir, cuando el soporte CD-ROM se convertía en algo más común. En este tipo de juegos solemos interactuar más bien poco, tomando alguna que otra decisión que se basa en ir pulsando ciertos botones en el momento justo, vamos, lo que hoy se conoce como «quick time events».
Ya hemos hablado de alguna que otra cosilla como Night Trap, que también entró en esta sección, pero algunos de los juegos que más llaman la atención en este género son películas de dibujos animados. Dragon’s Lair, Space Ace o Brain Dead 13 son buenos ejemplos que compensan su escasa jugabilidad con una animación digna de los mejores estudios de Hollywood.
Lo que tenemos entre manos es inclasificable. ¿Recordáis la introducción de ciertos juegos de la saga The Legend of Zelda para CD-i? Pues bien, podríamos decir que son una obra maestra al lado de «esto». The Town with no Name es algo indescriptible, algo que hay que ver por uno mismo para creérselo.
Esta cosa, creada por Delta 4 Interactive, fue lanzada en 1992 por On-Line Entertainment para el Commodore CDTV. ¿Qué no os suena este sistema? Se trata de una especie de consola/centro multimedia basada en el famoso ordenador Amiga 500 y con el que Commodore pretendió revolucionar el mercado. Obviamente se equivocaron y se metieron un batacazo tremendo, pero bueno, eso es otra historia de la que hablaremos otro día.
Pues bien, The Town with no Name fue uno de los pocos juegos que salió para este sistema. Se trata de una especie de película del oeste en la que «controlamos» a un forastero que llega a The Town with No Name, es decir, «el pueblo sin nombre». Allí hay una banda de forajidos a los que, supuestamente, tenemos que derrotar.
Nada más comenzar ya vamos haciéndonos una idea de que no estamos ante una producción AAA. La pobre calidad de sus gráficos y animaciones queda patente desde el principio, con unos dibujos más feos que un pie que parecen hechos por un niño y unas animaciones horribles. Se mezclan gráficos poligonales sin texturas con dibujos animados. Esto, que a priori podría ser una técnica novedosa, se queda en una cutrez de tres pares de narices.
Y la mandíbula se nos va cayendo al suelo a medida que nos adentramos en el juego. A nuestra llegada al pueblo tenemos tres opciones: entrar en el pueblo, hablar con un viejo borracho o marcharnos. Si elegimos marcharnos se produce una de las situaciones más surrealistas que nos hemos encontrado en un videojuego. Esto último es mejor que lo veáis vosotros mismos si decidís hincarle el diente a este engendro. Os aseguramos que la escena no tiene desperdicio.
Pues bueno, seguiremos nuestro periplo por el pueblo. Antes de nada un cuatrero sale a nuestro encuentro e intenta dispararnos. Ahí estaremos nosotros para pegarle un tiro a base de click de ratón, haciéndonos una idea de por dónde van los tiros, valga la redundancia. Spoiler: no pinta nada bien.
Superada esta prueba inicial podremos escoger localización entre ocho disponibles: el «saloon», la tienda, la iglesia, la cárcel, el establo, el ayuntamiento, el herrero y la estación. En cada uno de ellos buscaremos pistas sobre nuestros objetivos que, por cierto, no penséis que están muy claros. Haremos diferentes cosillas como por ejemplo el juego de cartas del «saloon» o la posibilidad de desfogarnos con alguna que otra meretriz (sí, en serio, es para verlo, de verdad).
Básicamente, cuando cambiamos de localización, saldrá un pistolero a nuestro paso. Tendremos que intentar dispararle, cosa bastante difícil, pues el pistolero será siempre más rápido que nosotros y si nos alcanza se acabó el juego, así, sin más. Luego volveremos a empezar, iremos por otro lado y nos volverá a pasar lo mismo. Desesperante.
E igual de desesperantes son los tiempos de carga. Las transiciones entre animaciones de The Town with No Name son muy pesadas. El ritmo del juego es lentísimo y el tedio llega a las primeras de cambio, y eso sin tener en cuenta que a medida que exploramos vemos situaciones que van entre el asombro y la vergüenza ajena. Sinceramente, es uno de los juegos más raros que hemos visto nunca.
A nivel técnico ya lo hemos comentado. Gráficamente es horrible, mal animado y con diseños pésimos, no hay por dónde cogerlo. En cuanto al sonido la banda sonora intenta no plagiar a las clásicas bandas sonoras de las películas del oeste, y más o menos lo consigue. Eso sí, las melodías parecen hechas con un Casiotone. Luego el juego está doblado al inglés y cuenta con subtítulos en varios idiomas, incluyendo el español. El nivel de los actores de doblaje es bajísimo. Lamentable.
Evidentemente este juego no fue lo esperado y lo intentaron también un año más tarde. En 1993 salió una versión para PC que según hemos podido ver por ahí es calcada a la de CDTV. Por cierto, las imágenes que acompañan este artículo son todas del juego para el sistema de Commodore, la versión para PC no hemos conseguido hacerla correr.
En fin, de vez en cuando tenemos que hacer de tripas corazón y enfrentarnos a cosas así. The Town with No Name es de los peores juegos que hemos visto nunca. Gráficamente horrible y con unas mecánicas aburridas y simplonas. La única incógnita que nos queda es si esto se hizo en serio o los programadores querían tomarnos el pelo.
Este juego esta bueno para amenazar al hijo si no se porta bien y hace su tarea:
– Si te sigues portando mal, te voy a poner a jugar videojuegos.
– ¿Que clase de castigo es ese, papa?
– Pero no cualquier juego, te voy a poner a jugar el «The Town with No Name».
– ¡NOOOOOOOOOOOOO!!!!!!!
Muy cierto. Este juego es más un castigo que un placer.