InicioArtículosEL ABUELO #6, LA GENTE DE LOS RECREATIVOS

EL ABUELO #6, LA GENTE DE LOS RECREATIVOS

Ayyyy… ¡Bendita nostalgia! ¡Aquellos tiempos de los salones recreativos! Esos lugares de ocio en los que entrábamos para probar lo último en videojuegos. Ahora, tras la aparición de pontentes consolas de juegos y ordenadores cada vez más bestias han desaparecido, al menos en nuestro país, aunque siempre queda algún que otro bastión que resiste siempre al invasor (como el pueblo de Astérix, vaya). Sólo los japoneses siguen disfrutando de esas máquinas recreativas y, para colmo, siguen recibiendo nuevos juegos. ¡Menuda envidia!

Hoy en Historias del Abuelo me gustaría hablaros sobre los diferentes tipos de personas que acudían a estos centros del entretenimiento. Una serie de personajes tópicos sin los que ninguna sala de máquinas recreativas era capaz sobrevivir. Seguro que, seáis de dónde séais, habéis encontrado o conocéis a alguna de estas personas. ¡Vamos al lío!

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El profesional

Todo un experto en videojuegos, el profesional es licenciado «cum laude» en todos los géneros del entretenimiento. Da igual el juego que sea, este tipo lo controla a la perfección y conoce todos sus secretos antes incluso de su lanzamiento. Recuerdo a todo un personaje que solía jugar con los brazos cruzados (no sé si es que era zurdo o simplemente es que así jugaba mejor) y era uno de los reyes indiscutibles de las recreativas, algo que cabreaba al personal que jugaba a la manera tradicional y se intentaba medir a él. Después descubrimos que no era tan bueno.

El pedigüeño

Cuando cada partida valía 5 duros (25 pesetas) siempre había algún cebollo que no paraba de pedir una moneda a todo quisqui. Incluso llegaba a estar tan desesperado por echar una partida que metía la mano en los depósitos donde se devolvían las monedas a ver si caía alguna. Bien pensado, es posible que este tipo de gente necesitara ayuda en su momento, ya que daba la sensación de ser un yonki de los videojuegos. Triste, pero seguro que muchos habéis visto a alguien así en estos lugares.

El abusón

Como el pedigüeño pero en plan cabeza hueca. El abusón era el grandote (o el que se creía que lo era) que te amenazaba con una paliza si no le dabas una moneda para poder jugar. Por lo general, como todos los abusones, este cenutrio se metía con los más pequeños o los que tenían pinta de no haber roto un plato en su vida para obtener sus fines. Muchos de nostros veíamos al capullo habitual en las salas de máquinas antes de entrar y muchas veces esperábamos a que se fuera. En fin, tiene que haber de todo.

El maestro de todos

Por lo general se trataba de un solterón fumador de puros (sí, se podía fumar en estos sitios) que sobrepasaba ampliamente los 40 años y que enseñaba a los jóvenes a jugar al billar o al futbolín. Casi todos los recreativos tenían a su «maestro», que disfrutaba organizando torneos con el personal y enseñándoles como manejar el taco del billar o hacer buenas paradas en el futbolín. No sé, hoy en día puede sonar raro, ¿no?

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El mirón

Aquí hay miga. Estaba el niño mirón que se acercaba a ti mientras jugabas y te preguntaba: «¿puedo mirar?» Luego también estaba el que se había quedado sin monedas e iba de máquina en máquina con ojos de cordero degollado por si le caía alguna partida gratis. Otros mirones eran más atrevidos porque cuando veían que no podías pasar al jefe final de turno o un nivel difícil del juego, se acecaban para preguntarte algo así como «¿te lo paso?», y es que encima te daban conversación y a veces eran tan pesados que no quedaba más remedio que mandarlos a la porra. Pues bueno, yo creo que todos hemos sido algo mirones, especialmente cuando jugaba «el profesional», ya que queríamos aprender algo, especialmente a ejecutar aquel combo imposible que sólo él sabía hacer en los juegos de lucha.

El niño histérico

Este me encantaba. Por lo general era un pobre chaval que se ponía histérico cuando las cosas no le salían bien. Se ponía gritón cuando perdía una vida o un combate y normalmente aparecía el dueño del local para decirle que dejara de armar escándalo, ya que sus gritos de desesperación se escuchaban por todas partes. Cuando dejaba de jugar se arrinconaba en una esquina y, cuandos se le pasaba el enfado, volvía de nuevo a la carga.

El asesino del pinball

A este grupo pertenecen los amantes de los «petacos» esos. Se trataba por lo general de personajes que aporreaban los pinball cuando la bola no iba por donde ellos querían o le gritaban a las bolas. Eran bastante escanadolosos y casi siempre recibían una buena bronca por parte del dueño, que les solía decir aquello de «¿haces esto en tu casa?» (pues hombre, no creo que muchos tuviésemos una máquina de pinball en en salón, ¿no?).

Y más, seguro que hay muchos más que me he dejado en el tintero. Lo cierto es que los salones recreativos eran el centro social de la juventud y hoy en día prácticamente ni existen. Si conocéis algún personaje más de los recreativos que no esté en este artículo podéis dejar algún comentario.

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